«Mientras me acaban de peinar y maquillar miro hacia la ventana de la Suite de la Novia y al otro lado del cristal detecto ese tenue chirimiri tan cántabro de gotas de lluvia que en vez de caer parecen flotar. Oigo el trajín de sillas y carritos, vajilla y jarrones al otro lado de la puerta…; un rumor constante y un ir y venir apresurado para que todo esté a punto en unas horas. Mi suite huele a lilium y a café.
Me miro al espejo de cuerpo entero por última vez. Salgo de la habitación y camino hasta la puerta acristalada de la Sala Japonesa. Suenan las campanas de la iglesia, el sol se asoma entre las nubes y bajo al jardín. La brisa me trae el olor del mar, que me acompañará durante todo el día, hasta la noche, quizás hasta la mañana siguiente, probablemente toda la vida!»